Provenimos de una raza de origen milenario, con cultos ancestrales que evocan a la naturaleza en cada uno de sus ritos. Donde la tierra es la madre que vio nacer la planta de cacao hace más de tres mil años.
Descubrimos el chocolate casi de manera accidental, cuando nuestros ancestros, quienes producían cerveza con la pulpa de las vainas del cacao, aprendieron a utilizar los desechos. Se comenzaron a utilizar las semillas fermentadas para preparar otra bebida no alcohólica, de sabor amargo, que pronto se volvió ceremonial en nacimientos y uniones matrimoniales. Para nuestra cultura fue tan importante que incluso las semillas fueron utilizadas como moneda. En todo el imperio azteca se mezclaba y aromatizaba con hierbas, vainilla, pimienta y otras especias como la guindilla y hasta se condimentaba con chile para obtener un líquido espeso, oscuro y espumoso.
“Cuando uno lo sorbe, puede viajar toda una jornada sin cansarse y sin tener necesidad de alimentarse”. Así lo describió Hernán Cortés en su expedición por tierras mexicas. Cuando los españoles volvieron a Europa, este alimento de los dioses viajó con ellos. Fray Jerónimo de Aguilar envió el primer saco de semillas de cacao, junto con la receta del chocolate, al abad del Monasterio de Piedra, Don Antonio de Álvaro, encargado, junto al resto de monjes, del cenobio de fabricar xocolatl, nombre original de este manjar. Los religiosos de la congregación de Zaragoza supieron usar el secreto del chocolate para soportar sus ayunos y conservar fuerzas para trabajar. Lo adaptaron a sus necesidades, pero lo siguieron tomando amargo y como medicina gracias a su gran aporte energético. Esta costumbre se trasladó paulatinamente a la aristocracia europea, donde para sobrellevar el sabor amargo del achiote se le agregó leche y azúcar.
En CULTO quisimos rescatar lo más puro del cacao, produciendo cada barra con cultivos 100% orgánicos de origen tabasqueño, endulzados únicamente con un poco de miel de abeja para darle el sabor primigenio de la planta que fue regalada al hombre por los dioses, cuya alma sigue presente en cada semilla.